Antonio Rivero llega a las Islas Malvinas en el año 1827, cuando contaba con 20 años de edad, fogoneado, seguramente, por el clima guerrero y revolucionario de la lucha emancipadora independentista librada en los territorios entonces dominados por la España virreinal.
Con esa misma cosmovisión habrá arribado a las islas, privado ya de la libertad aclamada a los cuatro vientos en el continente, al constituirse como testigo de la destrucción norteamericana, primero, y de la usurpación británica, después.
Anteriormente a 1833, en Puerto Soledad ya existía un grave estado de anarquía y desorden, sobre todo cuando en diciembre de 1831 la corbeta de guerra estadounidense Lexington atacó y destruyó las defensas argentinas del lugar, ocupando temporalmente las islas y tomando prisioneros, en represalia por el apresamiento de buques balleneros norteamericanos que cazaban sin permiso. En su momento, Silas Duncan, capitán de la Lexington, declaró que las Malvinas pertenecían “al mundo”.
El 3 de enero de 1833 la fragata inglesa de guerra Clío arribó a Malvinas. Luego de que sus tripulantes plantasen un mástil en una de las pocas casas de Puerto Soledad, se iza en él la bandera británica, violándose explícitamente la soberanía nacional sobre el archipiélago. Por entonces Antonio Rivero, gaucho entrerriano, era un peón a cuyo mando se encontraba el capataz Juan Simón. Las condiciones de los peones era miserable: cada uno de ellos ganaba solamente dos pesos metálicos por cada animal que capturaban, mientras que poco y nada se sabía del dinero que tanto Simón como Francisco Freyre, amanuense de aquél, manejaban por venderles reses a los buques de bandera extranjera.
Fue Juan Simón una de las víctimas de los hechos que habrían de producirse el 26 de agosto de 1833, en razón de erigirse, previo nombramiento por el teniente coronel de la Armada, Pinedo, en comandante político y militar de las Islas Malvinas. En este punto, su autoridad jamás fue reconocida por los ingleses aunque sí “permitida” por el capitán John James Onslow, comandante de la fragata de guerra Clío, y aquí radica la condición de autoridad “argentina” de Simón, al momento de los acontecimientos.
Los usurpadores dispusieron, desde el 3 de enero de 1833 y hasta el 26 de agosto, el izamiento y arriamiento del pabellón invasor en el único mástil del lugar. El encargo de tal tarea, llevada a cabo por el irlandés Guillermo Dickson, fue ordenado por el nombrado capitán inglés Onslow. Más tarde Dickson caería bajo el fuego justiciero del gaucho Rivero.
Todos estos acontecimientos desembocarían, pues, en la gesta reivindicativa y patriótica de Antonio Rivero y de otros 7 argentinos más: dos gauchos (Juan Brasido y José María Luna) y cinco indios (Manuel González, Luciano Flores, Manuel Godoy, Felipe Zalazar y M. Latorre), quienes el 26 de agosto de 1833 recuperaron y restituyeron hasta el 18 de marzo de 1834, fecha en que fueron capturados, retenidos y luego juzgados en Londres ante tribunal militar, la soberanía nacional sobre las Islas Malvinas.
Representa un orgullo para nuestra identidad el saber que hombres de tierra adentro, como los indios y los gauchos, escribieron páginas heroicas en la lucha por la Patria y sus justas reivindicaciones.
El final de Antonio Rivero es parte de la leyenda criolla. Se estima que murió combatiendo otra vez a los ingleses y sus aliados franceses, en noviembre de 1845, cuando la Batalla de Vuelta de Obligado.
Fuente: La Rebelión del Gaucho Rivero - Gabriel O. Turone
fuente: www.lagazeta.com.ar
Con esa misma cosmovisión habrá arribado a las islas, privado ya de la libertad aclamada a los cuatro vientos en el continente, al constituirse como testigo de la destrucción norteamericana, primero, y de la usurpación británica, después.
Anteriormente a 1833, en Puerto Soledad ya existía un grave estado de anarquía y desorden, sobre todo cuando en diciembre de 1831 la corbeta de guerra estadounidense Lexington atacó y destruyó las defensas argentinas del lugar, ocupando temporalmente las islas y tomando prisioneros, en represalia por el apresamiento de buques balleneros norteamericanos que cazaban sin permiso. En su momento, Silas Duncan, capitán de la Lexington, declaró que las Malvinas pertenecían “al mundo”.
El 3 de enero de 1833 la fragata inglesa de guerra Clío arribó a Malvinas. Luego de que sus tripulantes plantasen un mástil en una de las pocas casas de Puerto Soledad, se iza en él la bandera británica, violándose explícitamente la soberanía nacional sobre el archipiélago. Por entonces Antonio Rivero, gaucho entrerriano, era un peón a cuyo mando se encontraba el capataz Juan Simón. Las condiciones de los peones era miserable: cada uno de ellos ganaba solamente dos pesos metálicos por cada animal que capturaban, mientras que poco y nada se sabía del dinero que tanto Simón como Francisco Freyre, amanuense de aquél, manejaban por venderles reses a los buques de bandera extranjera.
Fue Juan Simón una de las víctimas de los hechos que habrían de producirse el 26 de agosto de 1833, en razón de erigirse, previo nombramiento por el teniente coronel de la Armada, Pinedo, en comandante político y militar de las Islas Malvinas. En este punto, su autoridad jamás fue reconocida por los ingleses aunque sí “permitida” por el capitán John James Onslow, comandante de la fragata de guerra Clío, y aquí radica la condición de autoridad “argentina” de Simón, al momento de los acontecimientos.
Los usurpadores dispusieron, desde el 3 de enero de 1833 y hasta el 26 de agosto, el izamiento y arriamiento del pabellón invasor en el único mástil del lugar. El encargo de tal tarea, llevada a cabo por el irlandés Guillermo Dickson, fue ordenado por el nombrado capitán inglés Onslow. Más tarde Dickson caería bajo el fuego justiciero del gaucho Rivero.
Todos estos acontecimientos desembocarían, pues, en la gesta reivindicativa y patriótica de Antonio Rivero y de otros 7 argentinos más: dos gauchos (Juan Brasido y José María Luna) y cinco indios (Manuel González, Luciano Flores, Manuel Godoy, Felipe Zalazar y M. Latorre), quienes el 26 de agosto de 1833 recuperaron y restituyeron hasta el 18 de marzo de 1834, fecha en que fueron capturados, retenidos y luego juzgados en Londres ante tribunal militar, la soberanía nacional sobre las Islas Malvinas.
Representa un orgullo para nuestra identidad el saber que hombres de tierra adentro, como los indios y los gauchos, escribieron páginas heroicas en la lucha por la Patria y sus justas reivindicaciones.
El final de Antonio Rivero es parte de la leyenda criolla. Se estima que murió combatiendo otra vez a los ingleses y sus aliados franceses, en noviembre de 1845, cuando la Batalla de Vuelta de Obligado.
Fuente: La Rebelión del Gaucho Rivero - Gabriel O. Turone
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